"Que hablen mal de uno es espantoso, pero hay algo peor: que no hablen"Oscar Wilde



Ámame u ódiame pero HABLA


sábado, 7 de noviembre de 2009

Caracas



Desde la inmensidad del llamado cerro "El Ávila", Caracas parece ser una urbe apasible y calmada, llena de grandes edificios y bordeada de pequeñas casitas de colores.

Pero al adentrarnos encontramos una realidad contraria, la rápidez es el día a día del caraqueño, quien agitado y casi sin aliento recorre diariamente la ciudad, siempre apurado y esquivando a los vendedores ambulantes que se despliegan por casi toda la ciudad.

Desde bien temprano en la mañana los caraqueños inician su día, el embolletamiento de autos es regular y los atrasos en el sistema de transporte subterraneo también, así que levantarse de madrugada para llegar a tiempo a sus destinos ya es parte de su rutina.

A pocos minutos de haber salido el sol, ya se escucha en las aceras citadinas el taconeo agitado de las mujeres que caminan con sus carteras bien apretadas al pecho, las quejas de los niños que no quieren ir a la escuela, el aroma del café y las empanadas del vendedor de la esquina, donde algunos aprovechan de tomar el desayuno, mezclado con el smoth de los autos y autobuses que recorren las calles y autopistas.

El resto del día parece transcurrir de la misma manera a como comienza, excepto a la hora de salida regular de sus trabajos, donde el caos se apodera de los sistemas de transporte y si llegar a su sitio de destino fue trabajoso, devolverse a sus hogares es más dificil, pues el agotamiento del largo día hace estragos en el humor y la paciencia de los caraqueños, la amabilidad desaparece casi por completo dejando a unos seres casi sin moral solo motivados por llegar lo antes posible a sus hogares.

Al caer la noche, las calles quedan casi desiertas, mientras que los caraqueños se resguardan en sus hogares preparandose para otro día de su agitada rutina urbana.

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